lunes, 9 de agosto de 2021
Vóley.: Medalla de Bronce para quedar en el bronce
Es un juego de palabras y hasta una redundancia a priori, pero es lo que mejor explica y designa lo ocurrido. Es que el vóley argentino ha conseguido uno de sus logros más importantes de su historia. Y es haberse consagrado Medalla de Bronce en los Juegos Olímpicos Tokio 2020. En el partido de esa instancia derrotó a Brasil en un parejo, largo y emotivo encuentro por tres sets a dos con parciales de 25/23, 20/25, 20/25, 25/17 y 15/13.
En los cruces de grupo tuvo a difíciles rivales como Rusia, el propio Brasil, y Francia,
El elenco de Marcelo Méndez fue de menor a mayor y empezó a considerárselo luego de vencer en cuartos al múltiple Campeón Italia. En semifinales no se pudo ante Francia, a la postre Medalla de Oro a quién se batió en la fase de Grupo. Y llegó Brasil con su vasta experiencia para disputarle el tercer puesto.
Y esa madrugada del 7 de agosto, como tantas otras, la gente no durmió aguardando la proeza de la albiceleste. Con Brasil, un clásico, un elenco de jerarquía y una batalla punto a punto que fue no apta para cardíacos. Y se arribó al quinto set y en el pasaje final estaban igualados en trece. Para sendas Selecciones eran dos puntos para triunfar y alcanzar la gloria. Había mucho cansancio, calor, nerviosismo, ansiedad y concentración. A esa altura cualquier error, el más mínimo desajuste podría ser fatal. Corazones calientes y temple de acero eran la consigna.
Medio país levantado y ojeroso cuando el reloj ya había superado las cuatro de la mañana deseaba el último bloqueo, el postrero ataque para irse a dormir feliz. Los amantes del vóley y quiénes le hicieron el aguante seguían las imágenes y vibraban a la par del emocionante , sublime y no exento de humor relato de José Montesano y el sagaz y didáctico comentario de Hugo Conte.
Había una tremenda tensión. Es que estos logros no se dan todos los días. Habían pasado treinta y tres años del último bronce olímpico argentino en esta disciplina. Se estaba a dos balones, a dos aciertos/yerros, a dos centímetros de la línea para adentro o para fuera, el pasar la red o quedarse, para llegar al paraíso o al infierno deportivo luego de más de tres décadas de espera.
Y el guiño de la suerte, la mueca del destino quiso que ese supremo minuto con dos tantos a favor fuera para la albiceleste para marcar la agónica victoria 15 a 13 y de tres sets a dos. Y ocurrió el milagro, la Medalla de Bronce, luego de treinta y tres años, otra vez con Brasil, otra vez tres a dos, otra vez en Asia {Seúl en el 88, Tokio en 2021}. de nuevo sufrir y ganar con lo justo para que sea más épico y disfrutable el triunfo.
En la alegría y el festejo se entre mezclaron imágenes del ayer y del hoy. El Waldo Kantor y el Daniel Castellani del 88 con Luciano De Cecco y Sebastián Solé del 2021, el Raúl Quiroga y Jon Uriarte de Seúl, con Agustín Loser y Ezequiel Palacios de Tokio, el Daniel Colla y Carlos Weber del siglo pasado, con Matías Sánchez y Federico Pereyra del siglo XXI. Y lo más fuerte de todo, el Hugo Conte de ayer, uno de los mejores jugadores de la especialidad de la historia, comentarista de la trasmisión al país, con el Facundo Conte de hoy, el referente, el sostén y pilar del conjunto.
Imágenes, sensaciones, gritos, y alegrías, que se multiplicaban y mezclaban entre el ayer y el hoy, entre el blanco y negro de Seúl y el color en HD de Tokio. Todo fue casi igual, pero en algo se mostró distinto. El interminable y afectuoso abrazo lleno de lágrimas y sudor de Hugo y Facundo Conte, padre e hijo, el hoy comentarista y el jugador, el Medalla de Bronce de Seúl con el Medalla de Bronce de Tokio. Había pasado una generación, con amarguras y sinsabores y recién allí tomamos conciencia que tuvieron que pasar treinta y tres largos años para que el voley pudiera volver a subirse al podio.
El equipo de Marcelo Méndez con su presea quedó en el bronce y escribió una de las páginas más notables y épicas del deporte nacional. Ojalá que estos halagos se repitan más asiduamente y que no sea el hijo de Facundo y el nieto de Hugo que recién dentro de treinta larguísimos años tengan que honrar al vóley argentino con otra epopeya semejante en algún lugar del mundo
Glenn MIller
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